Regalito

martes, 9 de febrero de 2010

Escribe_Jenny Santa Ana

Sorpréndeme. Fue tu respuesta cuando pregunté qué deseabas para tu cumpleaños.
Pensé en unas zapatillas cómodas, una polera o camisa con estilo. También podría ser un perfume, algún producto para afeitarse, pero no tendría el efecto que deseaba lograr. Un disco con nuestras canciones preferidas. No, tampoco, lo descarté por trillado, además no pude recordar cuál era su grupo favorito. Entonces un libro, ¿en qué estilo?, si nunca lo he visto leer más que el diario… sus manos siempre sostienen alguna herramienta o porciones de mi cuerpo… nunca libros.
Seguí discutiendo conmigo misma mientras destrozaba mis pies y por consiguiente los nervios, que en esta búsqueda de un regalo espectacular, se estaban cortando.
Decidí detenerme en un café, allí podría descansar los pies y la cafeína le daría un efecto narcótico a mis pobres nervios. Ya más relajada, comencé a recordar nuestro último encuentro, sólo podía calificarlo como “espectacular”. Fue en ese momento, en que la inspiración bajó en un torrente energético. Abandoné el mal para dirigirme inmediatamente a la peluquería, mi sorpresa requería depilación extrema. Piernas, brazos, axilas… debo confesar que, cuando me depilaron aquella parte, donde nunca antes lo había hecho, se me escaparon varias malísimas palabras, pero al final quedé igual a una muñeca… peladita.
Estrenaría lencería nueva, sostén de encaje y pantaletas rojas.
Con esmero había arreglado el departamento, la comida sobre la mesa, una botella de vino blanco en la hielera.
Sentí tus pasos por el pasillo, las llaves en la cerradura era mi señal para actuar. Con pasos de gata salí a tu encuentro, pusiste cara de sorpresa cuando me viste sólo en ropa interior. Me lancé a tus brazos dispuesta a darte el mejor regalo de cumpleaños, cuando escuché voces que venían desde la cocina.
¡Guarda luego las chelas! - ¿En qué canal es el partido? - ¿A qué hora llega la bruja?
Te miré con furia. Arranqué a la pieza, no sé para qué, si la tropa de imbéciles peloteros ya me había visto haciendo el ridículo y casi desnuda. De un portazo casi derrumbé el edificio y te grité:
¡Feliz cumpleaños maricón!

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